Pau y su familia vivian felices en una casa hecha de encinas hasta que un día un incendio arrasó el bosque.
Gracias a la lluvia que empezó a caer de golpe, la casa se salvó en el último suspiro.
Ese otoño cada uno de los hijos de Pau plantó un puñado de bellotas para construirse su propia casa. Y los amigos de los hijos también plantaron, y los hermanos de los amigos también…
Y así, poco a poco el bosque quemado volvió a ser verde de nuevo.