Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil 2003
J.J. trabaja en una oficina cualquiera de una ciudad, lleva una vida monótona y rutinaria, hasta que descubre una mañana un cocodrilo bajo su cama que se alimenta de zapatos. Cuando J.J. se lo cuenta al carnicero, éste atribuye sus visiones a que trabaja demasiado, y no le vendría mal tener una mujer. Así toma conciencia de su situación, y de que no puede ir pregonando por ahí, que debajo de su cama vive un cocodrilo.
“Admitir en la propia vida un cocodrilo no es nada fácil. Es decir, que son muchos los cambios pequeños y grandes a los que uno se ve forzado.” Pero sobre todo J.J. quiere encontrar una solución a su problema, va al médico que, sin inmutarse, escucha su dolencia y le receta los medicamentos pertinentes: comprimidos Cocodrifil, supositorios Cocodritalidón y Cocodritamina efervescente.
Con un lenguaje inmediato y un tono a veces humorístico, la autora narra la angustia vital de un hombre al que le sucede algo que no es capaz de explicarse. El cocodrilo podría ser la angustia que le acompaña, la soledad, la depresión y la falta de ilusión. El cambio que se produce en el protagonista al final, no es otro que la aceptación del cocodrilo, de su cocodrilo, pues como dice Elena, la espontánea joven en prácticas de su oficina, del suyo: “A estas alturas ya hablo con él, es lo mejor. O te haces su amigo o te come.”
Resulta, como sucede con los buenos textos infantiles, que esta historia admite y posee una segunda lectura adulta.
De Ana Sancho – Revista Babar, 01/05/2005
Edición en catalán (La Galera)