«La isla está desierta; yo misma lo estoy».
Ventotene es quizás la más especial de las islas italianas: tierra de turismo y encierro, cuna de Europa, luz abierta al horizonte y mirada cerrada en el panóptico de la prisión de Santo Stefano. Ventotene fue también el lugar de aterrizaje de una gran escritora que se había perdido. Releer este libro hoy, veinticinco años después de su primera edición, sorprende por la viveza de la forma y la intensidad de la voz.
Paraíso de vacaciones, ermita, prisión con barras de roca y agua salada: una isla nunca tiene una sola cara. Del mismo modo, «La isla reflejada» es un libro con alma compuesta: un acto de amor, un bagaje de referencias históricas y divagaciones intelectuales, un cuaderno de intimidad y asperezas de una mujer excepcional que decide detenerse en un momento de fragilidad.
Fabrizia Ramondino pasa una temporada intensa en Ventotene, tratando de salir de la sombra del alcoholismo y la depresión. La isla la cuestiona, la acoge y la rechaza. Así, la experiencia personal se entrecruza con las historias que han poblado la isla durante siglos: desde los ermitaños medievales hasta el experimento ilustrado de reeducación de presidiarios y prostitutas (que terminó por hacerlos construir la prisión que las hubiera encerrado), hasta el «presunto suicidio» de Gaetano Bresci, el encierro de antifascistas como Pertini y la redacción del primer Manifiesto federalista europeo, firmado por Altiero Spinelli, Ernesto Rossi y Eugenio Colorni. Las contradicciones del lugar y las del alma sólo se reflejan en estas páginas vivas, palpitantes, de una inteligencia dolorosa y fulminante.