El hechizo de tu nombre

Tanit nunca imaginó que su viaje soñado a Europa con su mejor amiga acabaría en un desengaño amoroso y una amistad rota. Ahora, varada y sola en Viena, no tiene ningún plan, dirección ni nadie a quien acudir. Hasta que se cruza en su camino con Evanora, una enigmática chica con ojos desorbitados, una baraja de Tarot y una autocaravana que comparte con un loro parlante llamado Cuarzo y un misterioso chico llamado Ariel.

Cuando Evanora la invita impulsivamente a un espontáneo viaje por carretera a través de Europa, Tanit piensa que es una locura. Pero, decidida a recuperar su chispa y demostrar que puede abrazar lo desconocido, dice que sí. Lo que no espera es descubrir que Evanora es una bruja de verdad, o que ella misma posee un poder oculto que espera ser despertado. Mientras Evanora se convierte en su mentora mágica y Ariel despierta algo más profundo en su corazón, Tanit inicia un viaje que pondrá a prueba no sólo su valentía, sino su sentido de quién es realmente.

Pero la magia siempre tiene un precio, y sus dos nuevas compañeras esconden secretos que podrían hacer añicos los frágiles lazos que están creando… o resultar mortales.

 

No siempre es fácil reconocer la magia cuando se cruza en tu camino.

Cuando has crecido «con los pies en la tierra», claveteados al suelo por miles de manos temerosas que te han hecho creer que la única seguridad está en aquello que conoces, es imposible creer en ella.

Cierra los ojos y trata de recordar. ¿Has tenido alguna vez la sensación de que alguien te observaba, pero al girarte no había nadie? ¿Has soñado con alguien de tu pasado y ha reaparecido al poco tiempo? ¿Has tenido algún presentimiento tan intenso que se te ha agarrado a las entrañas? ¿Cuántas veces has tenido un déjà vu o has llamado «casualidad» a algo solo porque no tenías una palabra mejor con la que nombrarlo?

¿Has sentido que algo te hablaba, como me sucedió a mí con la moneda de mi abuelo en Viena y en aquel parque de Dinamarca?

La intuición es el lenguaje de la magia, pero nadie nos enseña a entenderlo.

Nadie nos enseña a creer.