Diré que m’ho he inventat

Premio BBVA Sant Joan «por la manera brillante y desgarradora de tratar las relaciones madre-hija, rehuyendo los tópicos».

¿Qué clase de hija se atreve a decir la verdad a su madre? Es necesario recurrir a la literatura para hacerlo, y también para cuestionar la realidad y, si es necesario, maquillarla. Lo que podría haber resultado uno de los días más felices de la vida de Marina, el día del nacimiento de su única hija, se convirtió en el inicio de una relación que distaba mucho de ser ejemplar. Unidas por su pertenencia atávica e intemporal y, al mismo tiempo, por un distanciamiento ineludible y aterrador, madre e hija nunca llegarán a entenderse.

Tras regresar a la misma ciudad y al mismo piso donde vivía con su difunta madre, muerta desde hace años, la hija intenta recoger los pedazos de su vida en común. Un puñado de fotografías, algunos objetos y, sobre todo, su experiencia como hija sentarán las bases para el surgimiento de una mujer solitaria y reluciente, hija de emigrantes franceses, de origen obrero y sentido del gusto burgués, pinchada en la Barcelona gris de los años cincuenta, que verá desmoronarse su sueño de convertirse en actriz; una madre bastante desequilibrada mentalmente, vivaz y depresiva, a veces seductora, otras simplemente cruel.

 

Cuando la niña cumple cinco meses, a M le dio por hacerse una fotografía. No por verse con la niña, sino por el afán de tener una sola imagen que resuma los sentimientos confusos y contradictorios que siente, una imagen para poder ver dónde acaba su cuerpo y dónde empieza el de Olga. Una imagen para poder medir el grado de su propia independencia.