El día en que su madre le enseñó que “después de diez padrenuestros, viene un avemaría“, el protagonista ve los términos de la ecuación con una transparencia perfecta, insospechada: “Diez padres apenas equivalen a una madre”. “Mucho tiempo después advertí, ya en la escuela, que mi madre no sabía rezar”.
Un padre que enseña a disparar un rifle. Una madre que está enamorada de Charles Aznavour. Un niño que sospecha la impostura de la masculinidad en las destrezas postizas de su hermano mayor. Su infancia. Su crecimiento. Su madurez. El protagonista —un enfermero—, que se vacía y completa con decisiones que crecieron a la sombra, en otros tiempos, y que sacuden su presente.
Los santos varones es, definitivamente, la recuperación del tiempo, ese día a día que narra con voz inocente para preparar el golpe a los culpables.